Autor: Erika Gallego Becerra y Alejandro Patiño Sánchez
Incomodar, para encontrarse. Más allá del acto estético, el colectivo ALT logra desafiar lo que ya se creía desafiado. Romper con los estereotipos y los roles de género para llegar mucho más allá, dentro y fuera, de la comunidad LGBTIQ+. El cuerpo como soporte de toda creación.
El cuerpo como espacio de creación. Habitable, transformable, transgresor. Alteridades y Altocalcifílico pueden ser muchos o ninguno y todos a la vez, como ‘esculturas’ puestas para ser vestidas, pintadas, transformadas y expuestas. Sin embargo, no hay categorías para describir lo que son y lo que dejan de ser en cada acto estético: ellos mismos. Detrás del maquillaje, el vestuario, la puesta en escena y el performance están Cristhian Rueda Vargas y Camilo Ortiz Ladino, juntos componen el Colectivo ALT.
La búsqueda fue extensa, pero nunca dieron marcha atrás. Todavía hoy, en medio del reconocimiento, sienten que les queda mucho más por aprender y explorar. Y en el camino ayudan a otros para que sea más ameno de lo que fue para ellos.
‘Somos creadores visuales. Si bien hay intereses en la plástica, la instalación, la pintura y la escultura, también está el lugar del cuerpo como espacio receptor, con todos los elementos que componen la imagen y la creación visual’’, expresa Cristhian.
El comienzo de todo. Poco a poco, llega la tan anhelada transformación.
Al principio seguían los referentes que había en el medio. Las grandes divas del drag queen como RuPaul eran los modelos al momento de travestir. Sin embargo, algo no les convencía del todo. Cuando otra persona los maquillaba no se sentían satisfechos. Así que empezaron a hacerlo por su propia cuenta, y del fallo y el error fueron aprendiendo no sólo a maquillarse, sino a conocerse a sí mismos y “soltarse”. Para ellos el drag aparece desde el momento que comienza la creación, es más que sólo el resultado. ‘‘Me parecía más enriquecedor que uno mismo se diera esas formas y poderlas descubrir en la exploración y no que llegara alguien que ya conoce de maquillaje y lo haga en ti, y tú quedes sin saber cómo se hace. Es más bello el proceso cuando tú lo hiciste’’, menciona Camilo.
El vestuario acentúa ese maquillaje y viceversa. Una cosa depende de la otra. ‘‘Nos sentamos a transformar, coser, pegar, quitar, de todo. Es un ejercicio muy plástico, muy visual y se puede tomar mucho tiempo’’. Es diferente en cada ocasión de acuerdo a lo que se quiera expresar. ‘‘Yo diría que es casi mágico. Hay un momento, o una transición que despierta en uno algo. Pero no es ‘soy otro’ sino que estoy siendo el mismo, quizás de una manera más potente’’, aclara Cristhian.
Sus seudónimos no son más que una extensión de ellos mismos y de lo que los caracteriza. Camilo escogió Altocalcifílico, que viene de la altocalcifilia, un tipo de fetichismo por el uso de plataformas o tacones. Cristhian buscaba un nombre con amplitud y encontró en la palabra alteridad el equilibrio perfecto.
A Camilo y a Cristhian nunca les emocionó las posiciones cómodas ni los lugares seguros. Pese a pertenecer a un grupo diverso y de alguna manera marginado -por lo menos en un país como Colombia-, siempre quisieron salir a otros escenarios donde no eran bienvenidos, expandir el espectro y romper los muros. Incomodar. Ser. ‘‘No queríamos quedarnos en los espacios de homosocialización, nos interesaba salirnos de donde éramos bienvenidos y llegar a otros donde pudiéramos ser más chocantes y transgresores”, enfatiza Cristhian. Empezaron a recorrer las calles travestidos, no les importó las agresiones verbales ni físicas que en su momento tuvieron.
Llegaron al Parque Gaitán, uno de los lugares de mayor vida nocturna y encuentros culturales en el centro de Pereira. ‘‘Éramos de los pocos grupos de trans que se acercaban a esa zona. Estábamos parchando con los metaleros, los punkeros, los góticos, y con la gente del arte y la cultura de la ciudad. Llamó mucho la atención del porqué estábamos ahí y eso lo que hizo fue abrirnos diálogos’’, agrega Camilo. Esto enriqueció mucho el proceso, pues lejos de ser rechazados, en el parque recibieron ánimos y felicitaciones por ‘tener el carácter de hacerlo’. ¿Por qué aquí y no en otra parte? era la pregunta más común que les hacían. Ese era el punto.
No hay uno sin lo otro. El vestuario y el maquillaje conforman un conjunto, lo uno depende de lo otro.
Enfrentarse a un público cotidiano los enfrentó consigo mismos. No es igual subir travestidos a la tarima de una discoteca que caminar por el centro de la ciudad en hora pico. Ellos describen la experiencia como un laboratorio móvil y constante no sólo para ellos, sino para la gente, donde también vieron un cambio. Ahora no sólo son recibidos en las calles, sino que son figuras. ‘‘Creo que son muchas las razones. Al principio éramos temerosos, la gente percibía miedo y se aprovechaba de eso. Ahora perdimos el miedo a enfrentarnos a lo que tengamos que enfrentarnos para defender lo que somos’’, declara Cristhian.
Uno de los primeros lugares donde empezaron a compartir su experiencia personal e invitar a otras personas a entrar en el proceso – de exploración o deconstrucción del género -, fue en la Universidad Tecnológica de Pereira, en el espacio Sexo con Café que organizaba Cristhian con el apoyo de la Casa de la Mujer. “Se realizaron siete versiones”, estima. En el encuentro participaron otros colectivos y convocaron a muchas personas de diversos intereses y profesiones. “Era como un encuentro de ciudadanía muy didáctico. Largo, hasta de cuatro horas, entonces tratábamos de hacer juegos. Mucha gente traía sus actos, alguien hablaba, recitaba una poesía”, dice Cristhian.
Por eso su performance no se queda solo en un acto de entretenimiento dirigido a bares o shows nocturnos. Camilo y Cristhian se han ido abriendo paso cada vez más desde el ámbito profesional, y poder así llenar la nevera. Vivir de lo que hacen, de su arte. “Uno busca los caminos, las vías, hay gente que nos contrata ‘ve, necesito esta noche un performance’ y otras veces uno es tratando de buscar un espacio. Hasta en la calle he intentado yo ganar dinero performando y no he recogido ni mil pesos. Pero la intención es esa, poder vivir completamente de lo que hacemos’’, expresa Cristhian. Es psicólogo de profesión, pero ya no ejerce. Ambos trabajan como diseñadores de modas, -casi siempre para teatro- algo más relacionado con lo que les gusta. Camilo estudió licenciatura en artes visuales donde logró conocer a más personas del medio, explorando la escultura, la soldadura y el dibujo. ‘‘El conocimiento que tenemos sobre maquillaje y vestuario nos ha permitido generar otros ingresos, seguir apostándole a nuestra propuesta creativa’’, asegura Camilo.
En el 2018 los invitaron a participar en un proyecto realizado por la Facultad de Artes ASAB de la Universidad Distrital en Bogotá sobre el creciente ‘fenómeno’ del drag en Colombia, junto al fotógrafo Hernando Toro, un colombiano reconocido por fotografiar el mundo bohemio y transformista en España. Se realizó una exposición fotográfica y varias actividades donde participaron personas de Bogotá, Cali, Medellín y Pereira – ciudad invitada -, además de algunos extranjeros. ‘‘Nunca había estado en un lugar compartiendo con tanta gente transformada, travestida en cosas súper raras, porque había monstruos, chicas divinas, helados’’, dice Cristhian.
‘‘El conocimiento que tenemos sobre maquillaje y vestuario nos ha permitido generar otros ingresos posibilitando seguir apostándole a nuestra propuesta creativa’’
Otro evento que los llevó, o precisamente a Camilo a recorrer diversos escenarios fuera y dentro de la ciudad, expandiendo lo drag, fue el monólogo “Ay días Chiqui’’, escrito por José Manuel Freidel y adaptado por Camilo, que quiso darle su esencia al personaje de Chiqui. No quería representarlo, sino sentirlo. Por eso Chiqui no escucha jazz, como en la versión original, sino punk, es grotesca y tiene carteles de porno pegados en la pared. La propuesta se la hizo la artista Juana Valencia desde Cofradía, y la función se realizó en diferentes espacios culturales de Pereira como el Museo de Arte y Salaestrecha. Después la obra pasó por Cali, Manizales, Bogotá, La Dorada y llegó a varios festivales.
Juana ha sido una pieza fundamental en el proceso de construcción del colectivo ALT. Gracias a ella Altocalcifílico y Alteridades descubrieron lo que es performar. Encontraron lo que buscaban, desconociendo el término, aunque lo llevaban sintiendo mucho tiempo atrás. Artes vivas que como expresan, ‘‘también son artes, del cuerpo, y deben entenderse no de forma separada’’. Con la influencia de Cofradía y en los distintos escenarios teatrales y culturales que compartían se consolidan finalmente como Colectivo ALT.
La transformación ha llegado. Pero apenas es el comienzo, otra vez y otra vez. Ya no importa quién es quién.
En los últimos dos años el colectivo ha trabajado en diferentes laboratorios de creación de la ciudad ofrecidos por diferentes entidades. Uno de ellos fue Degenerando el género, que emergió como parte de los procesos de formación de la Secretaría de Cultura de Pereira. De allí nace el colectivo performático Les Degeneres, donde más personas se suman a explorar las prácticas queer y trans con las enseñanzas de las Drags mother. El laboratorio a su vez fue una propuesta de prácticas pedagógicas para la licenciatura en Artes Visuales de la Universidad Tecnológica de Pereira. Se puede leer en la cuenta de Instagram: “Este espacio se convirtió en la posibilidad de cada ser de explorar su territorio íntimo, desinhibiéndose desde el movimiento y las alteridades en que fueron transmutando, a partir de la heterogeneidad de sus posturas o posiciones”. Fueron charlas, ejercicios prácticos de collage o dibujo, muestras en pasarela, descubrimientos colectivos y experiencias con el cuerpo en movimiento.
Artículo de interés: ‘Les Degeneres’ o de la rebeldía del cuerpo
En 2020 desarrollaron un nuevo proyecto: ‘ALTquimia: creatorio de arte drag y transformista’ que funcionó como un espacio de aprendizaje y exploración donde abordaron la historia del arte drag enfocado en un contexto latinoamericano y como práctica escénica. El creatorio culminó con una serie fotográfica y de video performance con cada uno de los 15 participantes (hombres y mujeres) y fue ganador de la convocatoria Cultura en Casa de la Secretaría de Cultura de Pereira. Hubo maquillaje, collage, referentes del cine, conversaciones, acciones y lecturas. Pero, ante todo, la libertad y la convicción de ser otro sin dejar de ser el mismo. Evolucionar, mostrar lo más íntimo, juntarse y adquirir otras identidades o texturas. En cada transformación ajena hay un poco de la propia. En cada enseñanza ofrecida en este arte transformista aprenden un poco más.
Y crecen, nunca lo han dejado de hacer desde que comenzaron a incomodar por las calles de Pereira por lo menos desde hace 10 años. Quieren seguir “proponiendo procesos de reflexión y creación en torno a las prácticas drag, trans y queer. Consolidar un encuentro de arte queer en la ciudad o investigar sobre la memoria trans de la ciudad”. Y por esa ambición creativa – y transgresora – es que Camilo y Cristhian, y sus personajes, representan a la ciudad y al Eje Cafetero como el colectivo LGBTIQ+ más destacado de la región, con procesos de creación, acompañamiento y exploración de gran valor.